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  • 11 Nov 2024

AMMAIA, en el corazón de la Lusitania Romana

www.miextremadura.com

20 April 2020

En MiExtremadura siempre queremos volver a un lugar después de visitarlo por primera vez. Así nos ha pasado con Ammaia, el yacimiento romano del Alentejo Norte que tantas sorpresas encierra, desde la primera vez que lo pisamos.

 

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Situado en pleno Parque Natural de la Serra de Sao Mamede, en Sao Salvador de Aramenha, dista tan solo 10 kilómetros por carretera de la frontera española y 19 de Valencia de Alcántara. Recomendamos visitar en primer lugar el Museo y después el yacimiento de la ciudad romana.

 

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El museo está instalado en un imponente caserón restaurado y acondicionado en 2001 con bastante acierto como espacio museográfico. La finca perteneció a la Quinta del Deao y Tapada de Aramenha y está edificada sobre los cimientos de una vivienda romana apoyando su fachada principal sobre la bimilenaria muralla de la antigua ciudad.

 

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Su rehabilitación se ideó como complemento del trabajo arqueológico realizado en el yacimiento y consta de varias salas dedicadas a la exposición de piezas, un pequeño auditorio, salas de trabajo, depósito de materiales, biblioteca, almacén y un laboratorio de conservación y restauración de los mejores equipados de Portugal.

 

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Los objetos expuestos impresionan al contemplarlos por su excelente estado de conservación y pertenecen a distintas temáticas.

 

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Las plantas situadas en la planta baja guardan la sorpresa de un semisótano con restos de la estancia de una vivienda romana perfectamente conservada. Se puede observar sin esfuerzo alguno cómo la casa de la quinta está edificada sobre los muros de la vivienda romana, reaprovechando sus murallas y muros. La salida al exterior, tras la visita al museo, continúa mostrándonos alrededor del edificio como el suelo esconde esas estructuras domésticas sobre las que se asienta.

 

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A pocos pasos alejándonos del museo el paisaje representa otro regalo para nuestros sentidos. El aire fresco y suave de la Serra de Sao Mamede nos acompaña en nuestra visita haciendo, si cabe, más agradable el recorrido por los restos de la antigua ciudad romana.

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Ammaia fue fundada en época de Octavio Augusto y su diseño urbano parece seguir fielmente los dictados de Vitrubio. Adquirió la categoría de Civitas en época de Claudio, en el Siglo I de la nuestra era (n.e.), y el grado de municipium, el segundo grado más alto para una ciudad romana después de la colonia lo obtuvo bajo el mandato de Lucio Vero (S. II n.e.). Estuvo bajo la jurisdicción de Emerita Augusta (Mérida) con la que se comunicaba a través de una calzada. La ciudad sufrió distintas reconstrucciones y restauraciones, entrando en decadencia entre los siglos V y IV y resultando abandonada en época de dominación árabe, cuando la población decidió asentarse en la cercana Marvao buscando la protección del fundador de Badajoz. Ciertas leyendas atribuyen este abandono a un supuesto terremoto que sepultó casi toda la ciudad, lo cual es bastante dudoso según nos aseguran en el museo.

 

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Después de su abandono sufrió el expolio de sus restos, utilizándose elementos constructivos de los monumentos de Ammaia en la edificación de iglesias en Portalegre y Marvao. Conocemos, por ejemplo, que en 1710 fue trasladado íntegramente a Castelo da Vide el arco de acceso a la Puerta Sur de la ciudad.

 

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Ammaia podría haber ocupado un espacio de aproximadamente 20 hectáreas, de las cuales en la actualidad se encuentran excavados y visibles más de 3000 metros cuadrados, lo cual es insignificante en relación con la magnitud de la zona de prospección.

 

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Su población debió alcanzar el máximo apogeo entre los siglos II y IV de nuestra era, estimándose entre 5 y 6 mil el número de habitantes. El pasado año fue identificado durante la campaña de excavaciones un anfiteatro, el quinto de la provincia de la Lusitania, localizándose una de sus puertas y el inicio del graderío a ambos lados de la misma. Se pudo saber también que mediría unos 60 metros en su eje más largo.

 

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Visitamos en el yacimiento la Puerta Sur de la ciudad de la que se conserva el arranque de ambos torreones y el vano central, con la impronta de desgaste que la rodadura de los carruajes dejaron durante siglos de tránsito sobre la piedra. Una de las torres ha conservado intacto parte de su fábrica hasta una altura considerable, habiendo sido reconstruido el resto para ofrecer una idea de la imagen original. Si el arco del que hablábamos antes no hubiese sido expoliado en el Siglo XVIII, la puerta podría conservarse prácticamente intacta. Pero lo sorprendente en esta zona, además de la puerta, es el pavimento de losas de granito que conforman una especie de plaza porticada con la marca de uso de la groma (instrumento topográfico) con la que se trazó un eje cardinal que definiría el Cardo Máximo, la calle principal que recorrería Ammaia desde este punto hasta el Norte.

 

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Recorremos por el campo una suave pendiente, ganando altura, para alcanzar los restos de los baños públicos. Es una lástima que el trazado de la carretera que pasa a pocos metros haya ignorado estos restos causando un daño irreparable en la zona más interesante de las termas. No obstante podemos observar algunos muros y canalizaciones de agua.

 
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Cruzamos la carretera y continuamos el recorrido por el yacimiento llegando al último elemento visitable, las ruinas del Foro, también dañadas por la construcción de la carretera. El Foro, ubicado en el centro de la ciudad, es uno de los mayores foros romanos de Lusitania. Apreciamos el podium del templo y su aspecto actual nos muestra la fábrica en opus incertum, el hormigón romano, ya que su revestimiento con toda probabilidad fue utilizado como material para otras construcciones.

 

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Desandamos el recorrido para finalizar la visita con una grata impresión de este lugar que siglos atrás formó parte de Lusitania, la misma organización territorial que abarcaba parte de Extremadura y por el camino vamos pensando en lo que aún está bajo nuestros pasos, en la Ammaia que duerme bajo la tierra. ¿Cómo será realmente?. Mientras los arqueólogos continúan trabajando en ello, nosotros nos permitiremos el lujo de soñar con ella.

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