Texto y fotografías de: Diego J. Casillas Torres
31 January 2024 | Fuente: www.miextremadura.com
"¡Que vienen los negritos!" ... Gritaba el pequeño Martín mientras corría por la calle Mayor en dirección a la plaza en compañía de más críos, excitados todos ellos ante la expectativa de diversión que se avecinaba.
Más atrás, a la altura de la Iglesia, Felipe y una recua de hijos, los que Dios le había dado menos alguno que se quedó atrás por hambruna o enfermedad, subían hacia la plaza con sus caras negras, tiznadas con un carbón de corcho que venía improvisando desde hace pocos años.
Los mismos años desde que aquél pueblo, aburrido de su pedigüeñería, les obligó a improvisar una nueva forma de ganarse la limosna que habían estado pidiendo por las fiestas de San Blas tantos años como danzas conocían. El pequeño Agustín fue el que tuvo la idea de coger un trozo de corcho resto de la fogata que les había calentado una noche. Aunque era el pequeño, el último hijo inesperado y se llevaba muchos años con el resto, Agustín era un lince, como le gustaba decir a su padre. No como sus hermanos, más mayores y avezados en otros menesteres pero menos en la picaresca.
El grupo de menesterosos llegó a la plaza y allí, un año más, comenzaron a danzar. Eran los mismos bailes de siempre, un batiburrillo de pasos desacompasados, casi grotescos, que amenizaban con un chocar de palitroques, una flauta y un tambor hecho con el pellejo de un cordero que, un día tan lejano que habían olvidado, tuvieron la suerte de zamparse. El caso es que fuera como fuese a los lugareños les resultaban divertidos.
Y esa diversión era buena porque soltaba la generosidad, aflojaba el alma y desataba el cordón del talego de las monedas. Se les debía antojar a los del pueblo como una forma de pedir, más simpática y por tanto mejor aceptada. Al fin y al cabo, un poquito de caridad cristiana les vendría bien para llenar sus vacíos estómagos una temporada.
Hoy me he permitido dejar volar la imaginación. Trasladarme a aquélla época en torno al siglo XVI o sabe Dios cuál, en el que tuvieron origen esta entrañable festividad. Y entrañable es un adjetivo que se me queda corto para definir esta fiesta declarada de Interés Turístico Regional desde 2006. Esa imaginación me hace pensar que quizá, aquéllos bailes de la familia menesterosa fueran herencia de generaciones en distintos lugares por los que pudieron vagabundear en su desdichada vida y recopilados de una forma más o menos aproximada. De ser así, no sé yo si incluso el origen sería celta, aunque me parece mucho tiempo para conservar algo tan volátil como la estructura de una danza compleja. Cierto es, que verlo me inspiró un cierto aire tribal. Pero no seré yo quien se meta a lanzar hipótesis fuera del alcance de mis conocimientos.
Recordad, 2 y 3 de Febrero, Montehermoso, las danzas de los negritos nos esperan. y como reza en el gorro del palotero… VSB (¡Viva San Blas!).
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