Texto y fotografías de: Diego J. Casillas Torres
24 November 2021 | Fuente: www.miextremadura.com
Pienso que la vida a veces me sorprende, aunque lo correcto sería pensar que no es la vida la que debería sorprenderme, sino las cosas que ocurren mientras vivo. Viendo estos colores, en este momento, se me antoja lejano el último mes de Abril en el que pasé varios días por La Raya. Uno de ellos, de buena mañana, cogí mi mochila, me calcé las botas y puse rumbo a la Ruta de los Dólmenes de Valencia de Alcántara. Mi punto de partida era una vez más el Camping Aguas Claras, un lugar de verdadero ensueño, distante en coche algo más de 4 kms. si tomas la ruta que te lleva por la población de La Aceña de la Borrega.
No todas las mañanas puedes desayunar contemplando una obra humana que tiene entre cinco y seis mil años de antigüedad. Aquél día sí. El Dolmen del Mellizo, bien de interés cultural, al igual que el resto de dólmenes de la zona, data del tercer o cuarto milenio antes de nuestra era y la güiquipedia dice que es uno de los pocos que conserva su cubierta en Extremadura. Sin duda alguna es el edificio más emblemático de la zona y su silueta uno de los iconos del patrimonio extremeño.
Aunque mi objetivo no era otro más que el de fotografiar este dolmen, una vez allí, sucumbí a la tentación de caminar por aquél generoso campo, hipnotizado por la maravillosa luz de aquélla mañana. No había truco, la noche había sido lluviosa y la atmósfera estaba realmente limpia.
A modo de miguitas de pan voy dejando, resaltado en rojo, las posiciones GPS para que podáis encontrar cada dolmen en Google Maps.
Caminé en sentido contrario al que me había llevado hasta el Dolmen del Mellizo buscando otros que había visto en algunas señalizaciones: Data I y Data II. El recorrido me invitaba a hacerlo en silencio, enriqueciéndome con las sensaciones que aquél lugar en plena eclosión primaveral me transmitía.
Apenas un kilómetro de marcha llegué al Dolmen Data I, que se me antojó verdaderamente espectacular no tanto por su estado de conservación sino por el paraje en el que se encuentra. Aquél prado me estaba transportando sin gran esfuerzo a los herbazales de León o Zamora. La lancha de piedra que debía actuar como cubierta se encuentra en el suelo como consecuencia del desgaste o quizá por la acción, en otras épocas, de los buscadores de tesoros.
Unos cien metros más allá está su gemelo, el Dolmen Data II. Estas construcciones parecen ir siempre a pares. Su cámara tiene también forma circular y está cerrado por unos 7 u 8 ortostatos que se abren al corredor que no es demasiado largo aunque la cámara si tiene unas dimensiones importantes.
Después de retomar el camino en el que dos cariñosos perretes me recordaron que los dólmenes estaban en una propiedad privada a la que nos permiten acceder siempre que seamos cuidadosos y limpios, caminé hacia mi coche que había dejado junto al del Mellizo. Aquí se presentan dos opciones: una, caminar unos dos kilómetros y medio o recorrer el camino, bien transitable, de forma motorizada. Opto por lo segundo por la prisa, pero no sin echar en falta mi bicicleta de montaña que aquí sería una aliada perfecta.
Decidí visitar primero el Dolmen Cajirón II, otro de los pocos extremeños (según la güiqui) que mantiene su cubierta. También datado en la misma fecha que El Mellizo y todos los demás que se encuentran en esta zona.
Por último, deshice el camino de nuevo para llegarme hasta el Cajirón I, muy deteriorado por, según cuentan, los envites de la maquinaria agrícola. En él se encontraron algunos restos de cerámica, también de una placa decorada y molederas. Su dimensión original debía ser importante ya que la cámara estaría compuesta por siete ortostatos de granito.
El día avanza y las nubes que parecen haberme dado cierta tregua reclaman su lugar en el cielo. Decido recogerme y poner rumbo a otros lugares que debo visitar en esta zona.
Los cinco monumentos visitados forman parte de uno de los conjuntos megalíticos más importantes de Europa compuesto por un total de cuarenta y un dólmenes.
Pienso en la cantidad de patrimonio que tenemos en nuestra región y en el esfuerzo tan grande que habría que realizar para mantenerlo adecuadamente. Me desespera pensar en dólmenes por excavar, piedras sacras por documentar y catalogar, pinturas desperdigadas por abrigos de imposible acceso, que jamás el dinero llegará para tanto como tenemos. Después pienso que quizá lo más útil que deberíamos hacer es concienciar a nuestros hijos y a la sociedad acerca de cuanto tenemos, acostumbrarlos a visitar estos lugares no solo para que adquieran cultura sino para que aprendan a respetarlos y a amarlos, porqué no. Ahorraremos mucho en mantenimiento del patrimonio el día en el que toda la población esté concienciada sobre su significado e importancia.