Texto y fotografías de: Diego J. Casillas Torres
10 August 2025
Nadie en su sano juicio rechazaría jamás la invitación a disfrutar de un crucero. Ahora viene la letra pequeña, el crucero es por el río Alagón y la previsión térmica es tórrida, en torno a los 40º. En este punto, muchas de las personas que conozco se echarían atrás pero finalmente nos reunimos casi una veintena de almas, desafiantes, entusiasmadas, alegres y muchas cosas en el amarre que el Barco del Tajo tiene en Ceclavín.
Ni siquiera se me pasa por la cabeza poner como excusa las otras cuatro veces que he hecho el mismo crucero para decirle a Rafa Pintado que no voy a ir. No. Y te explicaré la razón: he navegado este río con algas, casi sin agua, con frío, con calor… y siempre he bajado del barco con la sensación esa de “pellízcame que no me creo lo que acabo de ver”. La ocasión, en este año generoso de lluvias, es bastante seductora. El nivel del Alagón-Tajo-Embalse de Alcántara está varios metros por encima de la última vez que lo hice, en medio de la pertinaz sequía que estaba dejando a esta tierra al borde de la deshidratación.
Y bien se sabe, el agua es vida, y así Miguel, el patrón de la embarcación, impulsa la proa aguas arriba para descubrir una nueva visión del punto deseado: Los Canchos de Ramiro. Tengo cerca a personas muy bonitas, además de Rafa, como mi inseparable Castúa, Vicente Pozas y Luisa, los compañer@s de PlanVe, Ángel Rodríguez (Ex-Director PNMonfragüe) y su hija Merce, la fotógrafa de naturaleza salvaje que lleva años dando la vuelta al mundo buscando las mejores capturas… ¡Hasta la DOP del queso de Acehúche! que nos ofreció una degustación maravillosa.
Siempre que me subo a un barco me acuerdo del poema de Ítaca, por cuanto tiene de aventura el lanzarse a flotar y transportarse sobre el agua. Pero es que aquí, en medio del silencio que impera y viendo farallones cuarteados, anticlinales y sinclinales, tienes la sensación de que estás viajando con Jasón y los Argonautas a la búsqueda de seres y paisajes fantásticos, de aventuras.
“Cuando emprendas tu viaje a Ítaca pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias. No temas a los lestrigones ni a los cíclopes ni al colérico Poseidón, seres tales jamás hallarás en tu camino, si tu pensar es elevado, si selecta es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo. Ni a los lestrigones ni a los cíclopes ni al salvaje Poseidón encontrarás si no los llevas dentro de tu alma, si no los yergue tu alma ante ti.”
Poco más de una milla náutica aguas arriba (hablemos con propiedad, que vamos en un barco y aquí la terminología no tiene nada que ver con lo terrestre) aparecen los primeros buitres leonados. Y comienza el festival, comienza el baile salvaje de aves en el cielo. Yo pensaba que te saludaban pero quizá es demasiado romántico y humano pensar así. Más bien me he dado cuenta de que la curiosidad hace que levanten el vuelo desde esta o aquélla roca para sobrevolarnos y así, quizá, interpretar cuál es nuestra intención.
Rebasamos el meandro de Ceclavín, del que soy incapaz de retener su nombre. Curiosamente es más grande que su hermano “El Melero”, río Alagón arriba, pero menos conocido. Y también más inaccesible. Realmente esta zona es deliciosamente inaccesible. Si el homo porcus hubiera llegado hasta aquí con facilidad, estaría todo sembrado de basura, plásticos y botellas. Afortunadamente no es así. El crucero dura tres horas y vuelvo a recordar Ítaca.
“Pide que el camino sea largo. Que muchas sean las mañanas de verano en que llegues -¡con qué placer y alegría!- a puertos nunca vistos antes. Detente en los emporios de Fenicia y hazte con hermosas mercancías, nácar y coral, ámbar y ébano y toda suerte de perfumes sensuales, cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas. Ve a muchas ciudades egipcias a aprender, a aprender de sus sabios.”
Aquí de momento aprendo de la naturaleza, de lo que veo, de las explicaciones de los guías, de lo que Ángel Rodríguez cuenta, que para eso ha sido Director de Monfragüe durante más de treinta años y lo sabe todo, absoluta e indiscutiblemente todo. El paisaje se antoja como algo fantástico. Alguna roca parece desafiar las leyes de la naturaleza haciendo equilibrio para mantenerse sobre otra que también está sobre otra más. Y el silencio. De repente Miguel para los motores. Acabamos de pasar por los Canchos de Ramiro, una estrechez en la roca, una especie de columnas rupestres de Hércules. Y se hace el silencio.
“Ten siempre a Ítaca en tu mente. Llegar allí es tu destino. Mas no apresures nunca el viaje. Mejor que dure muchos años y atracar, viejo ya, en la isla, enriquecido de cuanto ganaste en el camino sin aguantar a que Ítaca te enriquezca”.
El agua no mece la embarcación porque el río está como un plato. No hay apenas viento. La superficie no se encrespa y me acuerdo de las tardes de buceo en Cala Higuera, a socuello de la Punta de los Frailes que protegían el agua del viento de levante. Dan ganas de lanzarse y sumergirse en ese mundo de aguas oscuras y profundidades de vértigo, reino de carpas, bogas y los invasores siluros.
Regresamos, deshacemos el camino navegado a favor de corriente. Ahora los colores van cambiando. La luna sale y el cielo comienza a anaranjar sobre los montes y en el agua. Aún quedan horas de luz pero llegaremos casi en penumbra al amarre. De vuelta nos encontramos con una pareja de Alimoches sobre un árbol y algún bareto sediento que baja a beber a la orilla.
Quizá no sea un viaje apto para todos los públicos. Quizá no todo el mundo quiera darse la kilometrada de venir aquí, o pasar calor o… ¡yo qué sé!. Pero está bien que sea así. Deseo que jamás mueran de éxito experiencias como esta. Que jamás transformemos estas entrañables y reducidas excursiones en romerías acuáticas que terminasen por ensuciar el paisaje, ahuyentar a las criaturas. Prefiero pensar que es un producto “gourmet” destinado solo a quienes quieran vivir algo tan exclusivo como lo que hemos vivido esta tarde. Gracias, Rafa, por seguir “remando”.
¨Ítaca te brindó tan hermoso viaje. Sin ella no habrías emprendido el camino. Pero no tiene ya nada que darte. Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado. Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, entenderás ya qué significan las Ítacas.”
Konstantínos Kaváfis (Alejandría 1863-1933)
12:58 10 August 2025
17:11 17 June 2025
21:40 21 July 2025
21:48 11 June 2025
Nueva marca territorio Zafra Río Bodión, por qué es clave para el futuro rural