Hice un pacto con el tiempo ...

… para tener una vida larga, y por ello nunca hablaré de mi edad. No la muestro en ningún lugar. No tengo eso que llamáis DNI, aunque sí eso otro que conocéis como ADN, pero tengo muchos, tantos como personas me han tocado.

Me llamo Acueducto y no tengo apellidos. A lo largo de los siglos me han querido poner sobrenombres: Romano, ahora algún periodista dice que Visigodo, pero todos me conocen como el de Los Milagros. No porque los haga sino porque, según dicen es un verdadero milagro que yo continúe en pié.

Alguno de mis arcos y alguna de mis patas no han resistido. Ese es el tributo que debo pagar por no gritar mi edad, la que yo sé que tengo y vosotros no. No os hacéis una idea de la cantidad de generaciones que han pasado por debajo de mí, y de la gente que he visto morir y nacer. Vi entrar en esta ciudad a las tropas de Rechila, vociferando salvajemente como un buen suevo. Siglos después Musa volvió a sitiar la ciudad que veo desde este valle y poco después vi de nuevo desfilar los ejércitos de Alfonso IX que venían a recuperar lo perdido. Tuve tranquilidad hasta que de nuevo vi pasar por debajo de mí a los soldados franceses que tanto daño hicieron entre los imponentes edificios que aún estaban en pie dentro de Mérida.

Pero todos murieron. Solo quedo yo en pie, y continúo en silencio, porque ese era mi pacto. A veces lo quebranto pero solo para emitir el silbido del viento entre mis arcos. Y seguiré así por los siglos de los siglos. He estado en pie gracias a vuestros cuidados. Me habéis curado en incontables ocasiones. Algunas las sabéis, otras se pierden en el silencio de la historia y puede que ahí esté la clave de lo que ahora queréis desentrañar, pero yo seguiré callado hasta que caiga la última de mis piedras.

Mientras dure, solo os pido una cosa: venid a verme y a admirarme.